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Silencio

Disculpa si no sé quién eres quién fuiste o si alguna vez sabré con certeza tu apellido. Disculpa si te mento a cada segundo aún sin conocer tu verdadera naturaleza; disculpa si dudo de que poseas, de hecho, verdadera naturaleza. Disculpa si te enredas entre mis dedos dudosos; disculpa si recuerdo cada cicatriz y cada uña cada mirada y cada vacío; cada sí y cada no que nunca me diste. Disculpa si nunca te di nada, disculpa si jamás te puse ofrenda, disculpa si jamás te pensé en serio, disculpa si te puse en cada maldad. Disculpa si ya no te creo si tus palabras me hacen risa y tus cabellos me hacen cosquillas en la punta de la nariz. Disculpa si he pecado en alguna cosa estúpida y absurda, disculpa si me da igual haber pecado, disculpa si pienso, mientras escribo, en la ambición de ser leída. Disculpa si me da pereza, disculpa si nunca te pienso demasiado porque te veo inútil, ahí, sentado; disculpa si nunca ni siquiera me he cuestionado cuestiona

Huésped gris

No tengo mucho que darte, sólo poseo un par de parches a medio coser y sin colorear. No tengo mucho que ofrecer, la mayoría del tiempo soy humo. No está mal, pero me da sed. Ser humo nunca fue lo mío. Pero aguanto, porque es lo que hay que hacer en estos casos. No tengo mucho que enseñar. Casi todo mi interior son pedazos de cristal que soñaron con ser luciérnagas sin duda. Sin duda, no hay mucho que ver aquí. Pero lo poco que hay, el trozo de cerradura que se vislumbra, la raja por debajo de la puerta, es prometedora. No sé si te estoy engañando. De todas formas, aunque pases, no será porque yo te haya invitado.

Introcómeme

Comerse el mundo desde dentro. Introcomerse. Que me introcoman. Que se me metan dentro, muy dentro, jueguen con mis fantasmas y aprendan a no huir de mis monstruos. Que huelan con ansia el manjar. Que disfruten descubriendo. Que descubran. Comerse mi mundo desde mis adentros. Introcomerme. Introcómeme. Hazte diminuto y entra en mi cabeza, tenedor y cuchillo, hambre infinita. Valentía de gigante. Si te pido que te marches, pelea un poco por el postre, por favor. Si te pido que te quedes, embelésate, introcómeme, deléitate. Yo ya lo hice. Es tu turno ahora.

Seis versos

Amor, si lees esto, debo decir que sí, esto es tuyo, y que ya estás fuera. Inmerecidos, pero estos seis versos son tuyos ahora. Odio no me queda; úsalos como quieras. Sé que no me importa. ¡Hace tiempo que dejó de importarme!

El cántico

El cántico es suave. El cántico es de color ocre, tiene las manos alzadas y verrugas en todas sus narices. El cántico es diferente. Tiene hojas en todos los pentagramas que intentaran emularlo, dificultando su copia. El cántico es de las brujas. El cántico es en el bosque. Sólo unos pocos lo conocen, por eso el cántico es el secreto mejor guardado desde que las estrellas cruzaron el firmamento por primera vez. El cántico tiene los ojos claros y los dientes amarillos, afilados, preparados. El cántico está aquí. Te muerde las orejas y pellizca el corazón. Es su turno. Ha llegado. Y todas las brujas del mundo miran al cielo.

Cuentonto: La pantera

¡Miradme! Vivo enamorada de una silueta difusa. El camino incierto de la esperanza. Tiene sentido, pues, que yo sea una sombra vacía. Sin rumbo, mecida entre flores de algodón. Como una cometa que ha logrado llegar a la cima del árbol más alto del parque y, desde ahí, contempla el horizonte. Sin ser el árbol metáfora relevante, siéndolo el horizonte; cristal infinito donde antepongo el adiós a cualquier otra cosa. Vengan a verme. Soy una agradable atracción turística. Les daré los buenos días y, si acontece y se da la ocasión, trozos de deseos y almas rotas: no sirven para nada, pero como reliquias suelen verse valiosas. Obsérvenme. Soy la razón inexplicable de cómo los pájaros empezaron a volar el primer día, y de las mantas suaves que acogen la esperanza de un sol cercano. Si pudiera gritar lo haría, pero no lo hago.

Lo mío

Lo mío es escribir poesía triste. Lo mío es pasar las noches de tormenta sola. Lo mío es anhelar el abrazo prohibido. Es mío, y solo mío, no dejar a nadie entrar y que cuando entren, odiarlos por desear huir. Lo mío no es odiar. Lo mío son estrellas perdidas, la luz de un candil, una biblioteca vacía, y tres corazones rotos. Lo mío es gritar para dentro. Lo mío es mentir para huir del mal causado. Lo mío es regañar y no aprender. Lo mío es dar consejos que jamás utilizo. Lo mío son las noches dormidas, los desnudos poéticos, las chicas de falda corta, el amor inexistente y el constante deseo de correr hacia todas partes y ningún lado a la vez. Lo mío es escribir poesía triste. Lo mío es el miedo más oscuro del mundo, el que te hace cosquillas en las plantas de los pies cuando estás acostado. Lo mío es el miedo. Lo mío es fracasar. Pero también es mío apretar los puños, ser fuerte, sonreír a la adversidad. Es lo mío contener las lágrimas cuando parec