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Mostrando entradas de mayo, 2017

Regalo

Te traigo un regalo. Es poesía triste y mirada incierta. Son mil noches de tormenta, dentro de mí, donde nadie puede verlas. Treinta y dos días al mes despierta, y sigo aquí, ¿no te impresiona? Es un trozo de ausencia, lo puedes usar cuando quieras. La puerta mágica del gato azul. Es un poco de luz en toda tu oscuridad, o quizás, un poco de mi oscuridad en todo tu radiante interior. Es día y noche, antítesis, mi unión, mi vida, tus dedos. Es un beso, el último, su recuerdo. Te traigo un regalo, pero no lo vas a saber apreciar así que, mejor, déjalo.

Mi frío

Ahora vivo con frío, pero ya he aprendido, y estoy congelada pero estoy bien. Me gusta tener los pelos de punta, mi mejor amigo es de hielo, igual que las flores que brotan en mi piel. Ahora vivo fría, y si un solo rayo de tu sol me tocara, créeme, nada cambiaría. Ahora estoy totalmente congelada, vivo en una cueva en alguna montaña perdida en el norte de tu boca, muy al sur de lo que sea que estés haciendo, y, definitivamente, lejos, muy lejos de todo lo que tenga que ver contigo. Y, ¿sabes qué? Bendito frío.

Mambrú

Míralo. Tiene la mirada perdida de los héroes hambrientos. Sus uñas comidas por el dolor y el miedo. Oh, su miedo. Pero míralo. Todo su cuerpo vive en tensión. Baja la mano a la cintura y no encuentra espada. Mírate, pequeño, te la has dejado en casa. Su escudo son sus párpados cerrados. Si retiene sus lágrimas, no está triste. ¿No lo ves? Es el héroe de diario. Míralo, tiene una emoción inexpresiva, cierra la puerta con duda y confianza. No sabe lo que hace, te lo ruego, perdónale. Míralo, ¿no es el hombre más bello que has visto jamás? Tiene la mirada perdida de los héroes que no aman. Los marineros que no vuelven. Los soldados que se pierden en el campo de batalla entre las balas y los arañazos y las tripas ensangrentadas. Míralo, no tiene padres su sonrisa se recorta con el hollín. Hay ruido pero él está sordo. No ve, no oye, no siente. Tiene la mirada de los héroes muertos en batalla; por tu causa, y la mía y la suya, y la vuestra, y no ha

Verde oscuro

Conocimos a Verde en la noche del tres de Mayo de hace más de veinte años. Estaba en cuclillas, llorando en soledad, en una esquina de la callejuela detrás de nuestro bar de siempre. Lloraba, y golpeaba la pared en la que se apoyaba con sus finos dedos. Los dedos de Verde siempre me han llamado la atención. Max fue quien se aventuró a preguntarle su nombre. Había visto a Verde porque había salido fuera a fumar, y quiso ayudar. Parecía una oveja perdida cuyo pastor se había ido de juerga y, por supuesto, nos dió pena. No me acuerdo de su nombre, pero Verde se le quedó por el color llamativo de sus ojos. Sin duda, eran los ojos más verdes que habíamos visto jamás: parecían de cuento de hadas. Invitamos a Verde a levantarse, primero, y luego a sentarse con nosotros. Al principio se hizo un silencio sepulcral: parecía que todo el bar estaba en silencio, expectante por saber qué le ocurría a Verde. Y, sin que nadie lo pidiera, nos empezó a hablar. Su voz era suave pero firme. Al prin

Ojos Tristes parte II

La he visto de nuevo y ahora puedo decir, con certeza, que estoy enamorado. Creo que es muda. Nunca me ha dicho nada pero tiene unas ojeras que yo quisiera borrar. Me duelen sus cicatrices. Es tan hermosa. Soy un poeta enamorado de una chica triste. ¡Pero qué triste! ¡Pero qué hermosa! Creo que es muda parece que tiene los labios cosidos. No sonríe pero no me importa aunque a veces fantaseo con oír su risa. Te lo juro, amigo mío. Ojos Tristes me matará de amor sin hacer absolutamente nada. Créeme, la he visto llorar, y no es como nosotros. A ella le duelen todos los minutos del día, pero incluso con las lágrimas en las mejillas, está seria y no tuerce el rostro. A veces desvía la mirada. Ojalá pudiera saber qué está pensando aunque quizás no sea realmente nada. Tengo miedo de que se muera, amigo mío, y de que no pueda ir a rescatarla. Vive encerrada en su espejo y se mira, y se toca las manos y el cuello, se examina y permite que la mire obser

Viva

He llegado a un punto en el que ya me da igual. He superado tantos escalones, saltado de tantos barrancos, recorrido tantas sendas, explorado tantos océanos, hundido tantas veces en el barro, llorado tantas perlas, que me da igual. Me he hecho una bola escucho mi propia respiración me he enamorado de mí misma y con un suspiro, si siento mi corazón sé que estoy viva; a pesar de todo, de todos los mundos rotos, de todos los peces ahogados, de todos los cristales hechos triza; a pesar de todo, estoy viva, y eso es lo único que no me da igual. Que quisiste matarme, pero me hice de metal. Y ya no veo, no escucho, no siento, pero la oscuridad es mi mejor amiga ahora que ya no estás. Y, que sepas, que eso, ahora, sí que me da igual.

Nube

¿Quién le ha chivado al cielo lo que se me pasa por la cabeza? Ahora llueve y la gente sale con paraguas y todos, tan grises, parecéis pensamientos míos. ¿Quién le dijo al rayo que te echaba de menos? Mintieron, pero sale el sol, y me han contado que las gotas de agua ahora son de yeso y se me pegan a la piel. ¿Acaso se te ocurrió mentirle a las nubes? Soy incapaz de ver más rostros hay un muro blanco que me aprisiona y sólo conozco la senda que me lleva hacia delante. ¿Quién le susurró al viento para que soplara más fuerte y se llevara mis ideas? Se me olvida todo, y ¡tengo tanto miedo que he quedado paralizada! He perdido las luces de mi tiempo, pero supongo que ya no importa porque todo lo voy a olvidar, así que no te preocupes ni sientas miedo en tu piel; las nubes me robarán los recuerdos algún día, eventualmente, los desecharán en forma de lluvia, y jamás podré volver a ser lo que soy. ¿Cuánto tiempo llevo despierta? Parece una eternidad y medio segu

Mar

La próxima vez que esté indecisa o que tenga preguntas que no sepa responder, me encontraréis en la playa, hablándole al mar, en susurros que es como se debe hacer. Si lo más sabio de este planeta, lo que más ha visto, lo que más comprende, el de los mil ojos y piel de espuma blanca, el temor de todas las banderas, no sabe darme una solución, es que entonces no existe el problema. La próxima vez que dude, que no sepa, que mienta por desconocimiento, que desconozca mi verdad, me encontraréis en la orilla, amparada por las olas del mar encogida, de cuclillas, como demente, sin emoción en el rostro, con manchas negras en las mejillas blancas, de tanto gritar. Será de noche y me sumiré en la oscuridad que es donde mejor estoy donde mejor están mis monstruos nuevos. Si me encontráis, escondida en una sombra de una ola que nunca llega, de una respuesta sin pregunta como una salida sin puerta entonces, solo entonces, os lo ruego, dejadme marchar.

Musa gris

Me pareció verte dibujada con trazos suaves y pastel, como un sueño, como una musa a punto de nacer, y me volví loco de amor. Pero era solo un sueño y yo seguía siendo yo, y jamás artista. Aquello fue lo que me mató. Empecé a discernir entre las sombras y me confié a un Segismundo atolondrado incapaz de ver sus propias manos y me perdí de nuevo, buscándote, a ti y a tus zapatos. Creí oírte de lejos, y caminé deprisa, sin cuidado; me choqué contra todo y no encontré nada, pero tu voz nunca me dio la espalda. Siempre supe que estabas, estás, o al menos, estuviste, y la certeza me mantiene con vida. Quise tocarte y te desvaneciste, ¡maldita esencia! Quién pudiera salir de esta cárcel abierta; musa, vuelve, ¡tu enamorado te espera! Y grito, y escupo porque no recuerdo. Y a veces lloro porque estoy ciego, o iluminado. Ya lo he olvidado todo y nunca se me ha dado bien mentir. Escribo con la rima perdida y el verso me da la espalda y ya no sé dónde te escondes

Anatomía

Cada letra es una región de piel y yo sólo soy una palabra muy larga que busca acentos dondequiera que los haya. Cada rima es una esquina y yo pocas tengo, pero las encontradas son puntiagudas y especiales aunque guarde un par de ases detrás de la rodilla. Cada coma y cada punto es una pausa en este destino un intento a sabiendas fallido y son como mis lunares: repartidos, escondidos, vitales. Malditos. Cada espacio es un hueso y lo ilegible ahora, es erógeno. Yo sólo soy una frase dramática. Todo se resume en unas pocas palabras. Cada trazo tiene su significado y al final todos somos un poquito de algo que no sabemos muy bien qué es pero suponemos: una pizca de dolor envuelto en piel. Una armadura de letras de peluche, unos ojos saltones y mil millones de suspiros.

Canción de bruja

Lo tuyo es magia. Lo tuyo es magia y quien lo niegue miente, porque tienes magia, y estoy segura de que en tu sangre hay chispas doradas que recorren tu cuerpo porque, niña, lo tuyo es magia y esa es la única explicación. Y que te quiero, y te quiero, y nadie te va a querer como te he querido yo porque mis pupilas ven tu magia y los demás están ciegos, mi niña, están ciegos y a ti te canto yo.

Ojos Tristes

Hoy le escribo a mi Ojos Tristes porque le he visto la piel ceniza y me ha parecido una chica de revista de esas que tienen caras serias y un historial de fantasmas, como Ojos Tristes. Ojos Tristes sólo tiene gris la cara. Sus pies llegan a ser negros y contrasta con la blancura de su pecho. Ojos Tristes no sabe sonreír. Quizás en ello resida la razón de su atracción, en hacerte creer que tú podrías lograrlo, lo imposible; porque, simplemente, la estás mirando. Ojos Tristes tiene las cejas y las ojeras más marcadas del mundo y su nariz es fina como un insecto palo que reposa, desconocedor de la tragedia que acontece dentro de las pupilas de mi Ojos Tristes, las cuales no soy capaz de recordar de qué color eran. ¿Cuál es el color de la tristeza de mi Ojos Tristes? Ojos Tristes es como uno de esos escaparates mudos de tiendas cerradas en la madrugada. No creo que pudiese vivir sin mi Ojos Tristes, porque me recuerda la belleza de lo deprimente, la empatí

Gigante

¡Pero que yo soy grande! ¡Soy una galaxia de sentimientos dispuesta a arrasar y arrastrar cualquier mundo conmigo si me lo propongo! Soy capaz de volar tan alto hasta olvidar si estoy subiendo o bajando. ¡Que yo soy muy grande! Peso una tonelada en inteligencia emocional. Sufro ataques repentinos, desastres naturales en mis neuronas, nada más. No hay de qué preocuparse. ¡Si yo soy grande! Ya sé escalar hasta tu ventana sin temer el bordillo. Ahora soy capaz de pedalear sin manos. ¡Mírame, he crecido! Seguro que jamás creíste que lo haría. Ahora soy gigante, pero tú sigues viéndome molino.

Esto se llama amanecer

Da igual si me muero mañana. Ahora quiero decir todo lo que me he callado, pero, ¿qué no he dicho ya en verso o en prosa? ¿Qué me queda por gritarle al viento? Da igual si me muero mañana, porque encontraréis mis textos y sabréis que a ti te amaba, a ti te amé, a ti te amaré siempre. Sabréis que era pequeña pero me creía grande, que soñaba con alcanzar algún día las estrellas y sentarme a charlar con la Luna; sabréis que casi todo lo que se me pasaba por la cabeza era mío, único, personal, indistinguible, innecesario, para qué mentir. Sabréis que pintaba un poco más cada día mi cielo con mis manos, que intentaba buscar formas en las nubes, como fuera, que mis letras eran gritos de socorro ante mi propia mente y mi propio daño. Sabréis que tenía miedo, miedo a todo y a nada; que quería ser valiente, ¡demonios! claro que quería, pero jamás lo he conseguido y eso es lo que más pena me da. Sabréis que siempre fui la Reina de las Brujas, que mi magia era peculiar,

Verde

Conocimos a Verde en la noche del tres de Mayo de hace más de veinte años. No le conocíamos de nada; simplemente entablamos conversación, y resultó ser una persona agradable, simpática, y con la que era fácil hablar de cualquier tema. Además, tenía mucho sentido del humor, y eso probablemente fue lo que más nos gustó. Sus bromas eran estúpidas pero a la vez con un toque sarcástico e inteligente que resultaba genial. Empezamos a adorar a Verde, aunque sólo estuvimos juntos unas pocas horas. Ni siquiera sé su nombre real: cuando conocimos a Verde, llevaba en la mano unas palabras escritas con boli azul que decían “Subrayador Verde”. Resultó que Verde estaba estudiando y esa tarde se le había acabado la tinta de su subrayador de cabecera: aquello era un recordatorio para comprar uno nuevo. Es interesante pensar que aquella anécdota, que contó con su manera especial de relatar sucesos estúpidos o intrascendentales, se nos quedó más que su verdadero nombre. Después de aquella Feria
Soy como un gato, ¡tengo tantas vidas! Tantas ideas imposibles, tantos sueños, con una sola no tengo suficiente y me dolería pensar que sí.