Ojos Tristes

Hoy le escribo a mi Ojos Tristes
porque le he visto la piel ceniza
y me ha parecido una chica de revista
de esas que tienen caras serias
y un historial de fantasmas,
como Ojos Tristes.
Ojos Tristes sólo tiene gris la cara.
Sus pies llegan a ser negros
y contrasta
con la blancura de su pecho.

Ojos Tristes no sabe sonreír.
Quizás en ello resida la razón de su atracción,
en hacerte creer
que tú podrías lograrlo,
lo imposible;
porque, simplemente, la estás mirando.

Ojos Tristes tiene las cejas y las ojeras
más marcadas del mundo
y su nariz es fina como un insecto palo
que reposa, desconocedor de la tragedia
que acontece dentro
de las pupilas de mi Ojos Tristes,
las cuales no soy capaz de recordar
de qué color eran.

¿Cuál es el color de la tristeza de mi Ojos Tristes?

Ojos Tristes es como uno de esos escaparates mudos
de tiendas cerradas en la madrugada.

No creo que pudiese vivir sin mi Ojos Tristes,
porque me recuerda la belleza de lo deprimente,
la empatía del dolor,
lo precioso de las cosas rotas,
la lucha del bien y el mal,
el mar,
las hojas secas en invierno,
las chicas esqueléticas,
el color ocre
y todas las paredes blancas del mundo
donde las balas acertaron en la convicción.

Pero mi Ojos Tristes es,
ante todo,
una bruja suave,
y rota.

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